Sea en Estados Unidos, en Asia o en Europa, nuevos estudios científicos apuntan en una misma dirección: necesitamos emocionarnos para aprender. Esta es la conclusión a la que han llegado numerosos investigadores tras analizar el funcionamiento del cerebro mientras estudiamos, trabajamos o realizamos otras tareas intelectuales. A esta nueva disciplina se le denomina neurodidáctica o neuroeducación y su objetivo es situar la emoción en el centro del proceso de aprendizaje.
Para los científicos del sector, uno de los puntos de inflexión se produjo en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) en el año 2010, cuando un grupo de investigadores colocó un sensor a un estudiante universitario para monitorizar su actividad cerebral las 24 horas del día. Las conclusiones del estudio fueron demoledoras: durante las clases magistrales, la actividad cerebral del alumno era similar a cuando estaba viendo la televisión. Es decir, muy poca. El estudio del MIT ponía en entredicho la pasividad de la enseñanza tradicional y llamaba a buscar nuevos métodos para activar el cerebro y mejorar el aprendizaje.
Basados en otros estudios científicos similares, los investigadores de la neurodidáctica apuestan por sustituir las clases magistrales por mapas conceptuales, vídeos interactivos, actividades gamificadas y la participación directa del alumno. Otra de las claves está en el trabajo en equipo. “El cerebro es un órgano social que aprende haciendo cosas con otras personas”, resumió recientemente al diario El País José Ramón Gamo, director del Máster en Neurodidáctica de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.
Cada vez más colegios, universidades e instituciones públicas están apostando ya por este tipo de enseñanza emocional. Muchos niños aprenden a sumar y restar gracias a actividades prácticas en las que ellos mismos crean una moneda que intercambian en un mercadillo en el aula. En otros casos, se utilizan técnicas de gamificación, juegos y concursos para enseñar gramática, geografía e historia. El objetivo final es motivar y enganchar a los estudiantes, activando mayores partes de su cerebro (durante más tiempo) y mejorando así la enseñanza.
Estas nuevas tendencias también se están abriendo paso en el mundo empresarial. Las compañías gastan miles de millones de dólares en cursos para sus empleados, pero la mayoría de ellos no consiguen emocionarles. Para solucionar el problema, las empresas están introduciendo técnicas de gamificación (la palabra de moda entre los directores de recursos humanos) y el propio game-based learning (la tendencia que más crece en la formación corporativa). El objetivo es seguir los nuevos descubrimientos de la neurodidáctica, los cuales José Ramón Gamo resume con pasión y contundencia: “El cerebro necesita emocionarse para aprender”.